Su Modelo
María es la gran misionera, continuadora de la misión de Jesús y formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América. Desde entonces, la Iglesia ha encontrado en Ella la inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús.[1]
María Santísima, la Virgen pura y sin mancha es para nosotros escuela de fe destinada a guiarnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el Creador del cielo y de la tierra. "Por esta razón permanezcan en la escuela de María. Inspírense en sus enseñanzas. Procuren acoger y guardar dentro del corazón las luces que Ella, por mandato divino, les envía desde lo alto".[2] Elegida por el Señor quiso realizar en Ella el misterio de la Encarnación y así recuerda a todos los cristianos la primacía de la iniciativa de Dios. Al mismo tiempo, habiendo dado su consentimiento a la Palabra divina, que se hizo carne en ella, María aparece como modelo de acogida de la gracia por parte de la criatura humana.[3]
"Ella como Modelo del Cristiano es la medida, humanamente plena, del buen sentir y hacer del hombre asistido por la gracia del Espíritu".[4] María Santísima, es la Obra maestra de Dios, es, por lo mismo, Modelo de perfección; de la perfección que Jesucristo pide y manda, cuando dice: "Sed santos y perfectos como vuestro Padre que está en los cielos"(Mt. 5, 48). María Santísima, al ser dada como modelo de perfección, es también dada como Maestra de esa perfección. Naturalmente Quien pudo darla es Dios.
Dios, en su amor, vio que no era suficiente darla como Modelo y Maestra, para constituirla en el molde o camino de perfección y en su más alto grado, el cual se da -solamente- en la maternidad y en el amor materno. Por eso, la dio como Madre, para que sea, a la vez que el modelo, la maestra perfecta de todos sus hijos, que son todos los hombres, desde el primero hasta el último y sin distinciones de ninguna clase, ni siquiera por las categorías clasificatorias de "buenos" y "malos".[5]
[1] Cf. DA. 269
[2] Ibid., 159
[3] Cf. VC. 28
[4] Cf. Acta 23
[5] Cf. Acta 583