Antecedentes
El 13 de julio de 1984, (día de la Rosa Mística), llevé a la imprenta, que, entonces se llamaba "Editur" y hoy " Unión Gráfica", los originales de la revista "María hoy". El 10 de agosto de ese mismo año salió el primer número.
Génesis
Cierto día, sin recordar la fecha, fui llamado a una reunión, en la Parroquia de San Ignacio, para colaborar con la revista "EL MENSAJERO DEL CORAZÓN DE JESÚS ". Yo, personalmente invité a tres amigos, para que me acompañaran: el doctor Germán Feged 1 y las señoras: Inés Martínez de García, Jefe de Relaciones Públicas del diario "El Espectador" y Amanda de Vásquez, con quienes trabajaba en actividades carismáticas. La última de los nombrados con posterioridad abandonó la fe católica.
Yo estaba muy obsesionado por Jesucristo y mi gran ideal entonces, como lo sigue siendo hoy, era contribuir con eficacia a dilatar su Reino.
Lo que en esa reunión se me propuso, me restaba bríos, no porque no fuese cristiano, sino porque yo no me sentía con aptitudes financieras.
La consecución de avisos publicitarios no era mi fuerte; por tanto, horrorizado con la idea de convertirme en un recaudador, me negué a colaborar. Muy desilusionado salí de esa reunión.
Mis acompañantes, a quienes propuse fundar una revista, que tuviese como plataforma de actividades, el estilo de la Santísima Virgen, me devolvieron los ánimos y me llenaron de entusiasmo; por eso, sentados en una frutería de la Avenida Caracas, empleamos mucho rato madurando la idea.
Conté con la aprobación y el respaldo de todos. Cuando nos separamos yo estaba imbuído de nuevas ilusiones apostólicas.
En la noche, después de orar, concebí el nombre; hice un bosquejo y escribí el primer editorial. Mis amigos, al día siguiente, cuando les mostré lo que había hecho, se alegraron; pero todo quedó en un simple proyecto, que Inés conservó en sus archivos.
En 1979, como miembro de número del Colegio de Abogados Penalistas de Bogotá y Cundinamarca 1, asistí al "Primer Encuentro Nacional de Colegios de abogados penalistas", que se verificó en Pereira, entre los días 23 y 26 de agosto. En esa época estaba en auge, en el Congreso de la República, - propuesta por una conocida parlamentaria- la idea de descriminalizar el aborto, en cuyo favor soplaban fuertes corrientes nacionales y universitarias. Aquel era, en nuestro Encuentro, uno de los temas prioritarios.
Yo, en mi condición de católico activo, no podía permanecer indiferente y luché tesoneramente, hasta lograr el fracaso de la proposición, con la que se pretendía, a nombre del Colegio de Abogados Penalistas, respaldar el proyecto parlamentario.
Al año siguiente, entre el 23 y 26 de octubre, un segundo Congreso Nacional, se reunió en el Concejo Municipal de Cali. En él hubo algo curioso: se les permitió asistir, a los estudiantes de las facultades de Derecho, con voz y voto. Esto produjo una asistencia masiva, rara, sobre todo si se tiene en cuenta que, entre los miembros del Colegio de Bogotá, se encontraban figuras relevantes, como el doctor Alfonso Reyes Echandía, Vicepresidente -entonces-de la Corte Suprema de Justicia, brillante tratadista de Derecho Penal y profesor universitario, quien murió trágicamente, en noviembre de
1.985, siendo Presidente de la Corte, en la hecatombe acaecida como consecuencia de la toma del Palacio de Justicia por el movimiento insurgente M 19.
En aquella oportunidad se reactivó la cuestión del aborto, con proposición presentada por los estudiantes, como fruto de la ponencia, muy notable por cierto, de la criminóloga venezolana, Lolita Anillar de Castro.
En esa oportunidad fui derrotado en forma abrumadora; pero, creo que mi actitud fue tan frontal que, la proposición no cumplió sus objetivos, a pesar de haber sido aprobada por mayoría absoluta: más de 2.000 votos contra 8, incluyendo el mío.
En siguiente Asamblea del Colegio, reunida en el Club de Abogados de Bogotá, muy al contrario de lo que esperaba, fui incluido en la Mesa Directiva, con el cargo de Director de "EL PENALISTA", que es su órgano de divulgación.
Yo, sin embargo, fui imprudente: no tuve la inteligencia necesaria para manejar mis sentimientos y pretendí imprimirle una tendencia eminentemente cristiana. El contenido de los textos que recaudé, aunque jurídico, estaba imbuído -inobjetablemente-por mis sentimientos religiosos.
Entre los escritos, por ejemplo, había uno, de José Galat, Rector de la Universidad la Gran Colombia, denso, profundo, académico y ciento por ciento cristiano, ya que, él, como yo, no disimula sus principios. Por ese motivo la revista se congeló.
Mientras fui su Director no apareció, pese a contar con todos los medios necesarios. Ese hecho me obligó a retomar la idea de fundar una revista cristiana, en concordancia con mis ideas.
Volví a conversar con Germán Feged e Inés Martínez de García, a quienes uní, en lugar de Amanda de Vásquez, a Catherine Demidoff de Jacob 1. Al secundarme, con ellos, gracias a Dios, concreté mis sueños.
Anécdotas sobre la revista
Antes de llegar a la imprenta conversé con el sacerdote eudista Diego Jaramillo, 2 para consultar su opinión sobre la publicación que me proponía. Él, muy prudentemente, como lo aconsejaba la razón, me hizo ver que aquellos tiempos no eran favorables para publicar revistas, menos del tipo de la que pretendía. Él, sabía de qué hablaba, pues había dirigido FUEGO, un periódico notable y muy leído, que se publicaba en El Minuto de Dios.
Su criterio era sincero y acertado: esa era y es la realidad sobre el particular. Cualquier revista, sobre todo del tipo de "María Hoy", no logra sobrevivir. Eso lo demuestra superabundantemente la experiencia. El ambiente reclama algo más acorde con las costumbres y con las deformaciones morales imperantes.
De ahí, por ejemplo, el auge y la proliferación de las revistas pornográficas y de violencia. Pero, aunque esa era la realidad, había una fuerza irresistible, que me impulsaba a editarla, y lo logré.
Cierto día llegué a las oficinas de Inés Martínez de García, en compañía de Jorge Mayorga. Ella, quien es eminentemente práctica, insistió en que debía someterme, a estudios serios de mercadeo y factibilidad, como lo hacían: "El Espectador", donde, ella, trabajaba como JEFE DE RELACIONES PUBLICAS, o cualquier otra publicación respetable; de lo contrario, mi actitud sería temeraria y estaría sujeta a correr una aventura descabellada. Jorge, por su parte, también me sugería que debía oír la voz de la experiencia, representada por Inés; pero, yo no cedí. Hay cosas en las que, gracias a Dios, soy demasiado terco. Por eso, sin alternativas, seguí adelante con mi empeño, terca y obstinadamente. Aclaro, eso sí, que, Inés, igual que los otros, me respaldó eficaz y decididamente 1.
Cuando todo estuvo decidido y se habían adelantado, por parte de Inés, conversaciones para editar 20.000 ejemplares, en los talleres de "El Espectador", en el mes de mayo, aconsejado por Jorge Mayorga, fui a conocer "Editur", una editorial nueva, gerenciada por Carlos Jaramillo Pérez y Jairo Barreto. Sentí, en ella, una profunda empatía por todo: ambiente y personas; por lo cual, como arrastrado por una fuerza irresistible, me decidí a contratar con ellos la publicación .
Carlos, me preguntó con qué presupuesto contaba y, yo, sin ninguna vacilación, le respondí verazmente, que no tenía ni un solo centavo. Pienso que no me creyó; porque aceptó editarla, lo cual hicimos sin ningún contrato escrito. Nunca en estos catorce años, ha habido contrato, entre nosotros, ni con "Editur", primero, ni con "Unión Gráfica", después.
El 13 de Julio, día de la Rosa Mística, debía presentar los originales y abonar la primera cuota, la cual no existía. Poco antes de cumplirse el plazo, Idalides Ruiz, propietaria del laboratorio Ruján, fue a mi oficina de abogado, en compañía de un sacerdote, el padre Humberto Duque, de Armenia, a entregarme un cheque de $ 25.000.oo por concepto del aviso publicitario de su laboratorio, que llegaba a contratar. Vi, en eso, la mano de la Providencia, como un espaldarazo. El sacerdote bendijo el cheque, al que consideramos como si fuera la primera piedra. Fui a la editorial inmediatamente e hice el primer abono.
Desde entonces han salido, en estos catorce años, 62 números de la revista, los cuales se han pagado en forma providencial, a pesar de no tener ni un solo centavo, al comenzar cada edición.
Por ejemplo, un día la doctora Ferney Escobar, abogada que estuvo y que me respaldó en el Encuentro Nacional de Abogados Penalistas en Cali, en momentos en que me faltaba dinero para abonar la edición, me envió unas personas para que defendiera a un soldado, familiar de ellas, quien tenía problemas con la Justicia Penal Militar.
Los honorarios recibidos equivalían exactamente, a lo que necesitaba pagar. Apenas los recibí se los entregué a Carlos, a quien encontré en la calle, a pocos pasos de donde me fueron entregados, lo cual fue para mí una señal.
Otro día, mi amigo, el doctor Johann Claussen, Presidente de Arrow, me escribió contratándome un aviso publicitario y me envió el cheque, cuyo valor correspondía a una cuota que debía en la imprenta. ¿ Serán coincidencias ?...
Para formar el grupo editorial decidí rodearme de personas que me eran afines, por diversas razones. Entre ellas escogí, para los cuadros directivos y de redacción, a los economistas Eduardo Villar Borrero y María José Pérez.
Los dos, con quienes me reunía frecuentemente para pensar en la forma de contribuir a nuestra transformación personal y al cambio en el país, aceptaron complacidos; pero, en la víspera de entregar los originales, llegaron a mi oficina y, en un almuerzo, al que me invitaron, me hicieron varias observaciones encaminadas a frenar la edición, al menos por un año, mientras se hacían determinados estudios, con el fin de darle solidez y garantía. Eso aconsejaba la prudencia; pero, como la revista estaba teleguiada por otros principios, me negué al aplazamiento; ellos, a la vez, se negaron rotundamente a comprometer sus nombres en lo que consideraban un fracaso seguro y previsible, que los desprestigiaría.
Completamente solo; pero sin vacilar, fui a la editorial y dejé los originales. Un mes más tarde, para sorpresa de ellos, vieron la revista y les gustó.
Además, en una conferencia que dicté en el Colegio Policarpa Salavarrieta, hubo tal demanda de ese primer número que, tanto ellos, como Inés Martínez de García, quien también estaba acompañándome, se sorprendieron mucho. Así son las cosas de la Providencia.
Lino Antonio Sevillano