Tras varios años de pertenecer a la Espiritualidad de los hijos de la Madre de Dios, varios laicos jóvenes, nos vimos motivados a abrazar la vida religiosa y sacerdotal, aprovechando la Espiritualidad basada en la imitación de la Santísima Virgen María en la forma de “ Recibir, Vivir y Dar a Jesucristo.” Esto en la línea del Santo Padre Juan Pablo II, quien había manifestado el “TOTUS TUS,” que generó tanta motivación a los jóvenes en la Iglesia.
La experiencia fraterna en el ámbito comunitario se gesta hacia el año de 1991 en un núcleo central: La parroquia de Santa María de Puente de Piedra, Diócesis de Facatativá, en donde varios jóvenes atraídos y congregados desde distintos lugares del país (Colombia) por el deseo de vivir una experiencia personal e íntima con Dios, comienzan a vivir juntos ese mismo ideal en una misma casa (casa cural), la cual al poco tiempo no brindaba el espacio requerido para albergar el número crecido de jóvenes que compartían la experiencia; Por lo cual algunos jóvenes se trasladaron a una nueva casa cercana a la casa cural.
Esta nueva dinámica vivida en común se caracterizó por el compartir la vida de oración, los aseos, los momentos de recreación y esparcimiento, la preparación de los alimentos, la celebración eucarística, un primer contacto pastoral con la feligresía de la parroquia y el estudio; empezando así a distribuir todas estas actividades con un horario, todo esto bajo el acompañamiento y dirección del Párroco, quien compartía la misma experiencia con el grupo de jóvenes.
Un aspecto central y propio de la experiencia fraterna lo constituyó la vivencia de las diferentes células trinitarias, en las cuales se dieron experiencias profundas de oración, del compartir la Palabra de Dios, de testimonios personales, lo cual llevó a fortalecer entre los miembros del grupo lazos más fuertes de unidad y amistad en el Espíritu del Señor.
Las células trinitarias son una propuesta de la Espiritualidad Trinitaria de los hijos de la Madre de Dios para la vivencia de la fe en un ambiente de fraternidad, en las cuales se quiere resaltar la persona como ser individual capacitado para vivir un estado proceso de conversión para ser auténticamente cristiano.
Esta vivencia que empezaba a tomar una proyección de vida comunitaria en la vocación religiosa – sacerdotal.
Siguió desarrollándose bajo la observación del Obispo diocesano, y se vio en la necesidad de ser trasladada a la Diócesis de Villavicencio ante la negativa del obispo local a acoger dicha experiencia comunitaria por el deseo de no permitir que se consolidara en su diócesis un nuevo clero distinto al del clero secular.
Una vez trasladada la experiencia a la diócesis de Villavicencio se continuó el mismo ritmo de vida comunitaria en la Parroquia de la Inmaculada Concepción en Restrepo, Meta con el aval del nuevo obispo diocesano.
Al llegar a Restrepo la experiencia fraterna contaba con 21 hermanos, 6 de los cuales (los primeros hermanos que comenzaron la experiencia) iniciaron de manera formal la experiencia canónica del noviciado en una casa apropiada para vivir dicho proceso, bajo la dirección de una sacerdote Terciario Capuchino como maestro de novicios.
La vida de estudio filosófico y teológico que se llevaba en la universidad de San Buenaventura en Bogotá, se continuó en el seminario Mayor de la Diócesis de Villavicencio.
Ya en este tiempo el obispo diocesano mediante decreto expedido en su diócesis daba aprobación a la experiencia como una Asociación Pía de fieles.
La experiencia de vida fraterna continuó con la conformación propia de los distintos procesos de formación para la vida religiosa la cual se dio según el orden de llegada de los mismos.
A lo largo de la experiencia se han venido suscitando y desarrollando diferentes experiencias carismáticas entre los miembros de la comunidad las cuales han estado anexas a la pastoral parroquial, continuándose la experiencia de vida fraterna como el principal objetivo de la vida comunitaria.
Después de 5 años de iniciada la experiencia se llevan a cabo las primeras profesiones religiosas ante el obispo diocesano y de allí en adelante se han venido continuando anualmente; hasta contar en el momento –año 2001- con 23 hermanos profesos.
Después de las primeras profesiones religiosas se dio el segundo proceso de noviciado con cuatro hermanos que estuvieron dirigidos por el Padre Superior (Párroco de Restrepo) con la colaboración de otros sacerdotes diocesanos para su formación. La principal experiencia de vida fraterna en este proceso lo constituyó la célula trinitaria, como una vivencia formativa en un clima de oración y de compartir testimonios personales.
Una vez concluida la construcción de una casa de formación en terrenos propios de la comunidad, se trasladó el proceso de los dos siguientes noviciados bajo la dirección del padre superior de la Asociación, permitiendo así que la experiencia tuviera mayor énfasis en el carácter contemplativo dada la ubicación de dicha casa.
Los demás procesos se iban desarrollando en la casa cural de Restrepo. Ante la dificultad de llevar diferentes procesos en la misma casa, se tomó en alquiler otra casa para separar así los procesos, fue así como se trasladó el proceso de Prenoviciado con uno de los hermanos profesos al frente de la formación y de la experiencia de vida fraterna. Posteriormente se fueron trasladando los distintos procesos en diferentes casas con uno o dos hermanos profesos los cuales acompañaban el proceso pero bajo la dirección general del padre Superior.
En el año 1997 se dio la ordenación del primer sacerdote gestado en el seno de la Asociación de la Inmaculada Concepción, posteriormente en el mismo año, se dieron las ordenaciones diaconales de 4 hermanos quienes al año siguiente fueron constituidos presbíteros.
Al año siguiente se llevó el proceso del Prenoviciado a la casa cural de la Parroquia de san Isidro en Guacavía, bajo la orientación de un diácono de la Asociación quien al momento de su ordenación sacerdotal fue constituido párroco, y un hermano profeso. Allí la vivencia fraterna y comunitaria fue semejante a las experiencias anteriores.
En este mismo año se dio inicio a una experiencia provisional, donde se tenía como objetivo, la formación de familias auténticamente cristianas y misioneras. Se convivió en un mismo terreno pero en diferentes casas, la comunidad contaba para esa experiencia con dos sacerdotes y un grupo de hermanos aspirantes y dos hermanos profesos, todos ellos con miras a una opción más contemplativa; la experiencia estuvo dirigida por el padre superior de la Asociación; de allí surgieron algunas familias que empezaron a acompañar una experiencia misionera de evangelización junto con la Asociación de la Inmaculada conviviendo fraternalmente la familia, el Sacerdote y demás hermanos de la Asociación en parroquias de la Diócesis con el fin de mostrar e irradiar una nueva expresión en la evangelización.
Es así como en el año de 1999 se inicia una experiencia de vida fraterna entre Un Sacerdote, una familia misionera, hermanos de la Asociación de la Inmaculada Concepción y hermanas de la Asociación de las hijas de la Madre de Dios en la casa cural de la parroquia de San Carlos de Guaroa. Se constituyeron en esta experiencia células trinitarias mixtas (compuestas por Sacerdote, religiosos, religiosas y seglares.)
La Asociación a partir de este año dio inicio al año de pastoral posterior al periodo de noviciado durante el cual el hermano neoprofeso tiene una experiencia de misión en la parroquia en un ambiente fraterno en la misma casa compartiendo la vida comunitaria junto con sus hermanos.
En este mismo año el proceso de noviciado es trasladado a una casa en San Juanito, Meta, la cual funcionó en otros tiempos como la casa de noviciado de los Monfortianos bajo la dirección de un sacerdote miembro de la Asociación de la Inmaculada Concepción, quien a su vez era el párroco de la Parroquia San Juan Bautista, es en este tiempo donde se lleva a cabo y del mismo modo que en San Carlos de Guaroa la experiencia celular mixta.
Todos los procesos de formación a partir del año 2001 cuentan con su casa de formación correspondiente donde los hermanos viven fraternalmente. Cada casa cuenta con un hermano sacerdote o Diácono quien dirige el proceso encomendado, los cuales son acompañados por hermanos profesos con quienes se comparte la vida fraterna.