Justamente para que el hombre sea feliz. La felicidad, la perfección y la santidad, son vocablos sinónimos, que se identifican en su finalidad escatológica. Por eso les ha dicho: "Sean Perfectos como mi Padre Celestial" (Mt. 5, 48). Quién da perfección, santidad y felicidad, es Dios, el Perfecto, el Santo, el Feliz.
Cuando la voluntad de Dios y la del hombre se buscan y se encuentran, se da la identidad, porque da el estilo de Cristo, en que las dos convergen. Entonces se vive y se obra como Cristo. Cristo es el Señor, el Único Señor: Dios, el Uno, el Único con el Padre y con él Espíritu Santo. De Él parte y a Él regresa todo; porque es el alfa y la omega, el principio y el fin.
Esta Espiritualidad Trinitaria nueva, novísima y novedosa de los Hijos de la Madre de Dios, fue pensada, querida y dada por Dios, para que se viva un estilo que los identifique y sirva de modelo para todos en el mundo.
Ese estilo, que es el de Jesucristo, el Salvador resucitado y vivo para siempre, Dios y hombre verdadero, les permite contribuir eficazmente a la reconstrucción de la Iglesia verdadera, fundada y amada por Dios, y a la transformación y consagración del mundo. De ese modo los miembros de esta espiritualidad están convocados a una doble misión histórica espiritual, en la Iglesia y en el mundo.
Constituyéndose así como la obra más grande, más transcendental y más amada por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo, en el misterio, incomprensible para los hombres, de la Santísima Trinidad.