Acta 983 -Acta de la Santisima Virgen
Revista María Hoy
Marilandia, (vereda Marilandia – Chipaque), (sábado Santo)
Sábado, Abril 6, 1996 - 03:14
Hijos, hijitos míos:
Yo, la Pequeña, en presencia de mí Hijo, el Salvador, soy el silencio, que es el vacío o la virginidad, en cuya nada se puede oír la voz de Dios, en su Palabra, su única y verdadera Palabra, que es Jesús, el Encarnado en mis entrañas que no han tenido y que no tienen manchas.
En su ausencia, no soy su voz, sino el Eco de su voz, así como la luna no es el sol, ni es su luz, sino el reflejo genuino de la luz del sol. Por eso, en éstas horas del silencio de la voz de Dios y de mi soledad profunda, porque es eterna, soy, como la luna, no mi Hijo, el único que salió de mis entrañas inmaculadas, engendrado por Dios mismo y que, por eso, es el Santo de los santos, ni soy su voz, sino el reflejo de su voz. Lo que les diga será, en consecuencia, lo que Él les dice desde la profundidad de su silencio, reproducido con fidelidad en mi silencio, por la plenitud de mi virginidad inalterada e inalterable.
Anonádense conmigo y juntando nuestras entregas, en la virginidad de nuestras vidas, escuchémoslo y dejemos que su voz se escuche en nuestras resonancias.
Anonádense conmigo, hijitos, y oigan la Palabra de mi Hijo en mi silencio, como se oye la voz de alguien, reproducida por el eco, que es el vacío de la roca, el hueco disponible de cualquier entraña, la entrega sin obstáculos que, en esencia, es la virginidad.
Escúchenlo, escuchándome:
Entre las orillas del mar, de un lago o de los ríos, quien naufraga de pronto encuentra al alcance de sus necesidades, un promontorio o una tabla frágil, en al cual puede salvarse, para luego ser llevado a la costa que es su refugio genuino.
Ni el promontorio, ni la frágil tabla, son la costa; pero, ¡qué tonto e insensato sería el náufrago, si por considerar en su prudencia, que ni el promontorio, ni la tabla frágil son la costa, se dejara ahogar por no acogerse a ellos!
Yo no soy mi Hijo, el Salvador, hijitos, pero si soy su Eco y su Señal. Por tanto, en estas horas de soledad y de abandono, para mí y para ustedes, vengan a mí, con renovadas y firmes esperanzas en El, el Salvador mío y de ustedes.
Vengan a mí, yo no soy El; pero yo soy el Eco de su voz y la Señal inequívoca de su presencia. Así como la luna les permite ver lo que les muestra el sol, al reflejar su luz, yo les permito ver y andar seguros, al reflejarles, con mí entrega, la Palabra de Dios y señalárselas.
No titubeen en venir a mí, ahora, como cada vez que experimenten el vacío y la ausencia inexplicable e insufrible de Dios. Yo no soy el Camino y la Meta, que son Él, pero sí soy su Señal y soy su Eco. Quien me ve a mí, no se encuentra conmigo, sino con Él, porque yo no soy sin Él. Quien me escucha a mí, no me escucha a mí, sino que lo escucha a Él, porque yo no tengo otra Palabra que la Palabra de Él, que es Él mismo, en sí y por sí.
Sepan que vendrán días largos de silencio insoportable de la voz y la Palabra de Dios, en los cuales, si ustedes no encuentran su Eco y no quieren escucharlo en ese Eco, y si no atienden su Señal y la siguen con humilde fidelidad y llenos de renovadas esperanzas, sucumbirán desesperados entre las tormentas y la oscuridad.
Háganse humildes y mansos de corazón, como Él, y como Él vengan a mí, a refugiarse en la virginidad de mis entrañas. Allí lo encontrarán. En esto, imítenme a mí que, para eso, les he sido dada por Él y por el Padre de los cielos, como Madre, Modelo, Maestra para ustedes; no porque yo lo sea por mí, sino por Él. Mi ejemplo es claro: "con humildad me entregué sin reservas y sin condiciones a Dios, y Él, en su fidelidad, me plenificó de Él, refugiándose en mi, sin ninguna reserva y sin ningún escrúpulo.
Mírenme e imítenme.
Quien ve la luna, sabe
que hay luz y que su
luz es la del sol.
Quien me ve a mí, sabe
que hay salvación y que
esa salvación es la del
Salvador resucitado.
¿Por qué no se dejan salvar por Él, siendo mansos y humildes de corazón como Él, quién por serlo, para salvarlos, se refugió en la virginidad de mi miseria?
Él lo quiso.
¿Por qué ustedes no lo quieren?
Él, no tuvo escrúpulos con relación a mí, y Él es el Creador mío y de ustedes. ¿Por qué ustedes que, como yo, son sus creaturas, tienen escrúpulos que Él no tuvo y que no tiene?
¿Son acaso más perfectos y más santos que Él?
Sean sensatos; no hagan el ridículo considerándose más santos y más perfectos que Él, quien, como Dios, es el Perfecto y el Santo de los santos.
Respóndanse, con humildad y con prudencia, los sabios y prudentes, al modo de los hombres, como lo dice mi Hijo, el único Hijo nacido de mi vientre inmaculado:
¿Por dónde vino Él al mundo para salvar al hombre?
¿En qué vientre se albergó?
¿A qué creatura llamó madre a lo largo de su vida terrenal, en privado y en público, ante Sí mismo y ante todos los mortales?
¿Qué consejos escuchó en su infancia y pregonó en su madurez, al dar sus enseñanzas, sin avergonzarse de ellos, ni ocultar su procedencia?
¿A qué creatura confió a su discípulo amado, al tiempo de morir crucificado, confiándole a ella igualmente a él, y con él, a todas las creaturas?
¿Renegó de mí en algún instante o, por el contrario, siempre hizo gala de nuestra relación, pregonándola, en privado y en público, como en las bodas de Caná de Galilea?
¿Serán ustedes, los que desdeñan de mí, más sabios y más prudentes que Él, quien es Dios?
Piensen, mediten, reflexionen y saquen conclusiones, como Él, se los ha dicho en muchas ocasiones.
Sean vírgenes, puros o "limpios y libres de todo lo que no es de Dios"; porque Yo soy virgen, como es Él, y por imitación a Él.
No se contaminen y no contaminen. Hagan que la juventud sea pura y que la niñez sea inmaculada, siendo vírgenes en todo: en el espíritu, en la mente y en el cuerpo.
Hoy está de moda una costumbre que es inmoral: las experiencias prematrimoniales de los jóvenes.
Los hijos de la Hija de Dios, rechacen esas prácticas que hieren el corazón de mi hijo y conturban mi corazón, al ver ofendido al corazón de mi Hijo.
Sean vírgenes.
Sean castos.
El cuerpo de ustedes, como el mío, está hecho para ser templo vivo de la Santísima Trinidad, como lo han oído decir en muchas ocasiones.
Las relaciones prematrimoniales arrastran los peligros del aborto y de la infelicidad de muchos niños destinados a toda clase de infortunios, como la exposición y el abandono.
En los tiempos en que viven hay tanta prostitución, por el relajamiento de las costumbres, que la regla es la inmoralidad y la excepción ridiculizada es la rectitud de las costumbres. Imítennos, para cambiar el orden existente.
Sean frugales. Mucho les ha hablado mi Hijo de la frugalidad; por eso, haciendo eco de sus enseñanzas, se los ruego, en el santo nombre de Él:
Sean frugales.
La falta de frugalidad o parquedad en las costumbres, es causa eficiente de la enorme depravación que hoy existe y que, de no ser frenada, desbordará todos los límites de la imaginación.
No maldigan a los inmorales. Oren y sacrifíquense por ellos. Hagan posible, ustedes, adoptando el estilo de Jesucristo, que es el mismo que yo vivo, porque de Él soy copia. Ese estilo exige:
"ser y parecer"
Vivir y obrar como Cristo: con verdad, con amor, con vida.
Reúnanse, en torno mío, no para juzgar y condenar a nadie; sino para ayudarse mutuamente a vivir el estilo de mi Hijo, siendo y haciendo como Él.
Hablen con verdad. Vivan, digan y hagan con verdad. La verdad, si la viven y practican, que es mi Hijo, ella los hará libres, con la libertad de los verdaderos hijos de Dios, que deben ser los hijos de la Hija de Dios.
No hagan masas sin contenido. Sean, ustedes, como fermento para las masas o colectividades. Brillen con la luz de Dios, quemándose igual que las velas, en las masas. Eso, aunque aparente ser ridiculizado, terminará imponiéndose como estilo digno de ser imitado.
Finalmente, den la vida por Él, como Él la ha dado por ustedes.
Dar la vida, para el cristiano, ante todo, es ser virgen.
Y, éste es el ejemplo de Jesucristo y es mi ejemplo para ustedes, por imitación de Dios.
Debí callar, hijitos míos, como es mi costumbre; pero sepan que Dios habla siempre en el silencio de los vírgenes, por la virginidad, que es el hueco donde se forma el eco.
Lección
No. 893
Sean eco de la Palabra de Dios.
1. Dios es la Palabra, el Verbo.
2. Jesucristo es la Palabra encarnada, el Verbo de Dios hecho hombre en la virginidad de mis entrañas.
3. Yo soy Eco de la Palabra encarnada. Esto es: soy Eco de Jesucristo.
4. Como Eco de la Palabra de Dios, soy, a la vez, Señal, la Señal de Jesucristo.
5. En días como éstos, cuando parece que Dios no existe, por su silencio, escúchenlo en mi y permítanme guiarlos hacia Él, señalándolo con mis actitudes.
6. No se queden solos y perplejos cuando no lo encuentren, vengan entonces a mí y yo los guiaré a Él. Y créanme: en mí lo encontrarán, porque Él está siempre en mí, igual en la tierra que en el cielo.
7. Sean mansos y humildes como Él, mi Hijo, Jesucristo. Si lo son, verán las maravillas de Dios.
8. Nada justifica despreciar a quien Dios ha engrandecido haciéndola su Madre, en la persona de Jesucristo, el Santo de los santos. O, ¿será que quienes obran en contra de Dios, con su prudencia y con su sabiduría personales, son más sabios y más prudentes que Dios?
¿Qué justifica no entrar por escrúpulos, donde Dios entró y permanece?
9. No sean niños, sean como niños, se los ha dicho mi Hijo muchas veces. Por tanto: vengan a mí como niños y encontrarán con seguridad al Santo de los santos, como lo encuentran en el cielo y en todos los sagrarios de la tierra.
10. Sean humildes, sean prudentes, sean como niños.
11. Oren, oren, oren...
Oren siempre.
Sean oración.
12. Imítenme.
Por hoy basta
Sean benditos con las bendiciones de mi Hijo y en su Nombre.
Repitan:
Dios mío:
Limpia mi corazón
para que hoy día
haga tu voluntad
y este contigo.
Amén.
Solamente les digo:
Ésta Acta, por permisión de mi Hijo, llámenla:
El Acta de la Santísima Virgen.