Misión

NUESTRA VIDA APOSTÓLICA
 
“Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad. No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Jn. 17,18-21)

 
COMUNIDAD AL SERVICIO DE LA IGLESIA
 
Nuestra Comunidad es fermento de comunión al servicio de la Iglesia. Es una propuesta de Fraternidad para las Diócesis, encaminada a ser una ayuda adecuada en los procesos de evangelización.
 
 
Toda acción apostólica de esta Comunidad tiene como base fundamental el Carisma propio. Por tanto, en el acto de Aceptar, Vivir y Proclamar el Señorío de Jesucristo a imitación de la Santísima Virgen María en la Iglesia y en el mundo, radica nuestra acción evangelizadora. (Cf. Const. Cap. 1)
 
 
El estilo de apostolado que se propone vivir a cada uno de los miembros de la Comunidad es el de la santidad (Cf. V.C 39; NMI. 30), la cual se da en el encuentro personal con Jesucristo, para aceptar, vivir y proclamar su Señorío a imitación de la Santísima Virgen María en la Iglesia y en el mundo. (Cf. Mt. 5,48; SD. 23,2; 24,4; LG. 40). 
 
 
Nuestro apostolado consiste en suscitar el encuentro con Jesucristo Vivo, Camino, Verdad y Vida, y en la promoción de discípulos y misioneros para que sean testigos del Evangelio en comunión y solidaridad. (Cf. DA. 243) 
 
 
Nuestro apostolado está encaminado al anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo y la instauración del Reino de Dios en la Comunidad y el mundo, promoviendo la justicia social y la caridad cristiana, en la salvaguarda de la dignidad humana, en la opción preferencial por los pobres y excluidos. (DA. 392)
 
 
 
En la acción apostólica de la Comunidad, se debe reconocer e imitar el papel de la Santísima Virgen María en la evangelización de hoy, como Madre, Maestra, Modelo, discípula perfecta y gran misionera, Ella es el testimonio vivo de la pedagogía del Evangelio. (Cf. LG. 61.63 ; DA. 266) 
 
 
El trabajo evangelizador debe valorar a la persona en su dignidad e integralidad. Es por eso que en la tarea evangelizadora, esta Sociedad promueve la conformación de pequeñas comunidades laicales de vida cristiana en las que la persona sea reconocida en los valores fundamentales que la identifican. (Cf. Hch. 2,42; DA.
278. 309)
 
El punto de partida de nuestra evangelización es la vida fraterna, fundada en la convivencia de mínimo tres hermanos en cada sitio de apostolado o misión, como el primer ambiente de la espiritualidad de comunión; teniendo en cuenta que la Iglesia es signo de unidad en la cual Dios llama a todos los hombres a que participen de la misma comunión trinitaria; nuestra Comunidad ha de fomentar la conformación de Células Trinitarias, generadoras de comunión, en el cuerpo místico de Cristo. (Cf. EA. 33 ; DA.157)
 
Los hermanos se han de identificar y reconocer por la práctica del amor y la misericordia en todas sus tareas apostólicas. (Cf. VC. 83)
 
En su proyección evangelizadora, la Comunidad generará espacios y ambientes de promoción, formación y proyección para los laicos que conscientes de su llamado a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, de una manera más comprometida con su vivencia bautismal, participen en la vida, espiritualidad y misión de la Comunidad.
 
La Comunidad respeta los diversos carismas que existen, promoviendo aquellos que le sean confiados en su misión en la Iglesia, salvaguardando la unidad eclesial y la fidelidad al depósito de la fe.